martes, 29 de abril de 2014

El regalo...

TRÍPTICO DE LAS CASAS DEL AIRE

Para Berenice
I

Algunos de sus materiales requieren
La tenue alquimia de lo inasible:
Aleteos invisibles de la noche
Para apilar y erigir los muros
El breve suspiro antes de la partida
Esa lágrima que se arrumba en el rincón lejano
De la casa del exilio
Pálpitos trasladados al alba
Desde la oscuridad más absoluta.

Al hablar de la sustancia del hogar
Hay que bajar la voz hasta el murmullo.

Mientras se acumulan
No durarán más que la luz
Entre las nubes del invierno
Instalado de lleno en el corazón.

Sin embargo en ellas fincaremos la esperanza de un hogar…

Al no encontrar otra cosa que ofrecerte
Es que labro con los materiales
Un reino,
No de aquí o el mañana,
Ni siquiera un asiento tosco al lado de cualquier tormenta.

Solamente un claro entre la borrasca del olvido.


II

Creo que esto pasó:

Como el tañido de una flauta
Perdida entre las casas a medio derruir
Con la luz desfallecida del día inmovilizado
En presencia de nuestros muertos juntos
Añorando
El mar estando tan lejos
Fue que nos deshabitó el rumor del oleaje.


Están asesinando al mundo entero,
Gritamos juntos,
Y las sombras ocupan nuestras casas.

Algo de miedo mezclado con el asco del aburrimiento
Desvanecía la sonrisa
Forzada a la rendición absoluta;
A la espalda de nuestros más sonados fracasos
El tiempo desbarranca
Nuestra memoria monstruosa.

Así llegamos a este momento:

Para habitarlo
Entre cuatro paredes que se desmoronan
A todo el horror del tiempo.

Sin embargo, abrigamos la certeza:
Sólo tenemos
La fugacidad de una hora que se ha ido
Y armar en ella toda la felicidad posible,
Antes de nuestro ocaso.

III

Este murmullo no alcanza a desatar el nudo del tiempo.

Ni las murallas erigidas con la noche guardarán
El tenue rastro de la mirada.

Tampoco aseguran que algo habrá después,
Tras el desvanecimiento de esta sombra,
Lo que fuimos.

Este refugio se hizo con huracanes;
Muros cegados a toda forma de piedad;
Palabras contra la tempestad que barre el mundo.

Estos versos no llegarán más lejos
Que la arena, estrellándose ante ciudades abandonadas.


Te di apenas nada…
E incluso no fue suficiente.

A veces pregunto a la penumbra
El destino de nuestras añoranzas.
Sólo responde el eco silenciado que pobló esta aridez.

De lleno en nuestros ocasos,
Alcanzo a balbucear en sílabas tu nombre.
Este será mi talismán para enfrentar
Todo el resto de la soledad.

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