Te vi de lejos, resollando ante el esfuerzo,
la marcialidad oprimiendo tus puños, los
pulmones abultados...
Todo iba bien, fluían los pasos, los
movimientos, el sable.
De pronto todo se nubló, se puso oscuro...
caías en un pozo.
Cuando volviste a la luz, era tarde. Había
terminado la lucha.
Masticando un trozo de derrota, mordiste
labios y expiaste tu memoria, tu corazón.
……………
Entonces lloré mucho, apreté los párpados
para que no miraras. Dormimos.
Te levantaste aguerrido, con la
dulzura del que se ha perdonado, redimido, casi completo.
Un valiente Gaviero, mi Gaviero.
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